Mujeres y género en la sociedad china contemporánea

January 20, 2020 | Author: Rubén Parra Navarro | Category: N/A
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Mujeres y género en la sociedad china contemporánea Amelia SÁIZ LÓPEZ

Institut d’Estudis Internacionals i Interculturals Universitat Autònoma de Barcelona [email protected]

La presencia de China en nuestra cotidianeidad cada vez es mayor. En la última década ha pasado de ser un país misterioso, desconocido, atrasado, pobre, etc., a ocupar titulares en los periódicos de mayor tirada del país casi siempre vinculados a sus logros económicos y a su pertinaz violación de los derechos humanos –como si fuera la única nación que los vulnera. China es una nación dinámica que ha experimentado grandes cambios a lo largo del siglo XX, paralelos a los que han tenido lugar en el resto del planeta. Y sin embargo, aún son demasiado persistentes, en nuestras conversaciones y textos divulgativos y especializados, frases como “la China milenaria”. Al igual que otras sociedades contemporáneas, la sociedad china ha experimentado profundos cambios sociales. En este capítulo se analizan estos cambios en tres grandes apartados que tienen a las mujeres como protagonistas y a la movilidad como hilo conductor. Tras perfilar los aspectos más importantes que han afectado a la posición social de las mujeres chinas desde la instauración de la República Popular, el apartado dedicado al mundo laboral analiza la adaptabilidad de las trabajadoras chinas en una economía cambiante y cada vez más cercana a las relaciones de producción capitalistas. El ámbito familiar muestra la evolución de la familia extensa a la nuclear, y sus consecuencias en las relaciones intrafamiliares, así como de la posición de las mujeres en su seno, todo ello con una perspectiva  Amelia Sáiz López, adscrita al área de Estudios de Asia Oriental del Institut d’Estudis Internacionals i Interculturals de la Universitat Autònoma de Barcelona, se ha especializado en el estudio de la presencia asiática en el estado español con especial incidencia en Cataluña, la interculturalidad y el papel de las mujeres en las sociedades de Asia Oriental. Ha publicado Utopía y género. Las mujeres chinas en el siglo XX (Biblioteca de China Contemporánea, Ed. Bellaterra) y ha editado Mujeres asiáticas. Cambio social y modernidad (Fundació Cidob). También es autora, junto con Joaquín Beltrán, de Els xinesos a Catalunya. Família, educació i integració (Fundació Jaume Bofill / Alta Fulla).

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multifocal en un intento de reflejar la diversidad y multiplicidad de las mujeres chinas en la actualidad. Finalmente nos ha parecido oportuno exponer la evolución de los Estudios de Mujeres en China y su vinculación con la agenda internacional de género dada la enorme importancia que las perspectivas académicas han logrado en la dirección del activismo político internacional. Por otra parte, la producción de conocimiento local en ocasiones se enfrenta a la visión occidental de los términos y de las definiciones apelando a experiencias específicas, nativas y propias.

2. Los antecedentes El 1 de octubre de 1949 se funda la República Popular de China. El partido comunista, con su propuesta de modernización trató de liberar al pueblo chino de la superstición, la tradición, los linajes... y del patriarcado confuciano. El ideario del Movimiento del Cuatro de Mayo de 1919 por fin llegó al poder. Para transformar la estructura familiar, el gobierno decretó en 1950 la Ley del Matrimonio. Se trataba de”democratizar” las relaciones familiares y neutralizar la jerarquía de autoridad de acuerdo a los criterios hasta entonces dominantes: la generación, el género y la edad. Se “liberó” a las mujeres de “las tres obediencias” –para con el padre cuando hija, al marido cuando esposa, al hijo cuando viuda– y a la población china de someterse a los matrimonios concertados por los padres sin el previo consentimiento de los cónyuges. Se facilita el divorcio a las mujeres y, por primera vez en la historia de China, el acceso a la custodia de los hijos e hijas una vez materializada la ruptura matrimonial. Por ley, los descendientes de un matrimonio dejaban de pertenecer única y exclusivamente a la familia paterna. En la China republicana (1912-1949) ya hubo un intento de reducir el efecto del confucianismo en la familia. Aspectos tradicionales y modernizadores se combinaron en el Código Civil de 1930 para crear una nueva estructura social acorde con las necesidades de la incipiente sociedad burguesa  Conocido en la historiografía oficial de China como año de la liberación: jiefang (解放).  Caracterizado por ser patriarcal, pues la máxima autoridad recae en el varón de más edad del grupo doméstico; patrilineal, es decir, con línea de filiación masculina, y patrilocal, porque la residencia de las nuevas parejas cónyuges se establece en casa de la familia del esposo.

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sin renunciar a las señas de identidad propias de la cultura Han. Así, se mantiene la autoridad masculina en el seno familiar (tradición) matizada por la obligación de fidelidad entre ambos cónyuges, derecho al divorcio para ambos –con custodia paterna– y a la herencia familiar de las mujeres, pero en menor cuantía que las partes correspondientes a sus hermanos varones. A pesar de este reconocimiento, la dependencia económica de las mujeres chinas impedía la puesta en práctica de las situaciones previstas en la ley. Era necesario, por tanto, garantizar la autonomía financiera femenina si verdaderamente se quería que fuesen “mujeres liberadas”. La ley de la Reforma Agraria de 1950 les otorga derechos de propiedad sobre la tierra en iguales condiciones que a los hombres. Por aquel entonces, la mayoría de la población china vivía y trabajaba en zonas rurales, y la segregación de sexos era predominante y más acusada entre los campesinos del norte del país. Reconocer el derecho femenino a la propiedad de la tierra equivalía a asignar una cualidad a las mujeres que hasta entonces no tenían en la sociedad agraria china: ser trabajadoras, a pesar de que siempre habían contribuido a la economía familiar doméstica tanto en el ámbito reproductivo como en el productivo (Sáiz López, 2001). La aparición de las mujeres en la escena pública, más allá de los límites espaciales, productivos y simbólicos de la familia extensa, puso de manifiesto las dificultades para poner en práctica el modelo de relaciones sociales y familiares urbanas en la China rural de la época, especialmente ante la resistencia de los esposos y de las suegras para aceptar la nueva posición de la esposa/nuera en el grupo doméstico y por la negativa de los maridos a permitir que sus mujeres trabajaran fuera de su control –visual y simbólico– y junto a otros hombres. Sin embargo, los ideólogos del partido comunista apelaban a la participación femenina en la producción como preámbulo necesario para la equiparación social, y para poder ejercer como trabajadoras era necesario que su posición familiar cambiara radicalmente. En este sentido, familia y trabajo, reproducción y producción, privado y público, componen un continuo en la vida social de las mujeres en general, y de las chinas en particular, que ha visto cómo desde finales del siglo XIX, ha ido configurando diferentes escenarios paralelos a las transformaciones sociales: el fin de la dinastía imperial, la presencia de las potencias extranjeras, la aparición de la industria, las ciudades, la burguesía, la clase obrera, el socialismo, el mercado, la globalización, las nuevas tecnologías...

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Con la muerte de Mao Zedong (1976) China inicia un camino que, con el paso de los años, la ha colocado en el sistema internacional. Las Cuatro Modernizaciones marcan el tiempo de las reformas y de la “apertura” (gaige kaifang, 改革开放), y sumadas a la etapa anterior, dibujan un país liberado, reformado y abierto al mundo exterior.

2. Movilidad femenina en la economía de mercado El periodo conocido como China maoísta (1949-1976) se puede interpretar de muy diversos modos según el aspecto que se analice. Desde el punto de vista de la situación social de las mujeres chinas, se podría calificar de preámbulo, introducción a la fase de economía socialista de mercado que el gobierno mantiene. Un preámbulo porque prepara el terreno a la productividad femenina, a la aceptación de las mujeres como fuerza de trabajo, imprescindible en un sistema productivo necesitado de gran cantidad de mano de obra disponible. Las reformas económicas conllevaron la apertura de China a la inversión de capital extranjero con las consiguientes deslocalizaciones de la producción industrial de mano de obra intensiva. Los artículos “made in China” llegaron a nuestras casas antes de que no los sirvieran comerciantes de rasgos asiáticos. La demanda de trabajo intensivo en las cadenas de la industria ligera ubicadas en el sureste del gran país asiático, por un lado, junto a la demanda urbana de trabajadores no cualificados por otro generó el movimiento de población de mayor volumen de los últimos años en el mundo: la migración interna. Por primera vez en la historia de la República Popular, las mujeres chinas se incorporan a la llamada “población flotante” (liudong renkou, 流动 人口), es decir, aquella que de hecho “no ha migrado”, que va y viene sin vocación de permanecer como un grupo asentado (Solinger, 1999). En realidad, la denominación está más relacionada con la vinculación administrativa de los y las habitantes al territorio chino que con la voluntad de permanencia de “las personas móviles” y desplazadas. A mediados de la década de 1950 el éxodo rural masculino amenazó la organización urbana maoísta que se articulaba en torno a las denominadas danwei (单位) o “unidades de trabajo” como han sido traducidas. Empresas estatales que organizan la vida laboral, social y, en cierto sentido, afectiva de sus trabajadores y trabajadoras. La “unidad de trabajo”

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asigna al varón las viviendas que una familia va necesitando conforme va cumpliendo el ciclo familiar ­ –en caso de divorcio, por lo general es la mujer la que se queda sin casa–, las escuelas e institutos para sus hijos e hijas, proporciona la atención sanitaria, los cupones para la comida, el sistema de jubilación –sustituyendo a un trabajador por su hijo y a una trabajadora por su hija (sistema dingti, 顶替)– y el de pensiones, entre los principales servicios facilitados por la unidad de trabajo. Unas condiciones laborales y de calidad de vida mejores que en las zonas rurales donde los campesinos tienen que vender al estado su producción y no reciben ni cupones, ni vivienda, ni ningún beneficio social como educación, asistencia sanitaria o pensiones de jubilación. Así las cosas, el éxodo rural masculino descompensaba el desequilibrio necesario en el modelo de desarrollo económico maoísta entre el campo y la ciudad. Para evitarlo se creó el hukou (户口), el “certificado de registro del grupo doméstico”, cuya peculiaridad más señalada era la prohibición implícita de movilidad geográfica, así cada cual debía permanecer residiendo en el lugar en el que había nacido y se transmitía y transmite por vía materna. En la actualidad, parte de las implicaciones de la existencia de este certificado de registro doméstico afectan al estatus de la población flotante, pues trabaja en lugares en los que no tiene residencia permanente. A partir de la década de 1980, pues, la población femenina china alimenta por primera vez los flujos de migración interna en el país, momento histórico en el que las mujeres de distintos países asiáticos –filipinas especialmente– y latinoamericanos –de la República Dominicana primero y luego de Ecuador– sobre todo, protagonizan la migración y las cadenas migratorias transnacionales. Una vez más, y como ya sucediera en el pasado, las mujeres chinas se incorporan y participan de los movimientos y procesos sociales que atañen a mujeres en otros lugares del mundo, conexiones existentes con anterioridad a la presente globalización, pues el modelo social del patriarcado ha articulado las relaciones familiares, sociales y productivas, en gran parte de las sociedades y culturas del planeta.

 En la obra de Zhang Jie, Galera, se narra la historia de tres mujeres en la cuarentena que por distintas circunstancias, incluida la del divorcio, comparten un piso. La historia transcurre a comienzo de la década de 1980.  Sobre la participación de las mujeres chinas en los movimientos sociales que contribuyeron a visibilizarlas y a cambiar sus estatus familiar y social, un proceso paralelo al experimentado en Europa, véase Sáiz López, 2001.

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La mano de obra femenina integrada en la población flotante ha cubierto sobre todo puestos de trabajo de nueva creación, posibles gracias al impulso productivo de las medidas adoptadas en las reformas económicas, que se caracterizan en su mayor parte por unas condiciones laborales más precarias que las facilitadas por las empresas estatales. La imperiosa necesidad de rentabilizar las “unidades de trabajo” ocasionó efectos perversos en el ámbito laboral, notorios de manera casi inmediata para las mujeres y efectivos casi una década después en los trabajadores, pues la contratación de mujeres resultaba más cara para una danwei que la masculina. Las leyes, como la de Protección Laboral de 1988 o las regulaciones del Cuidado de la Salud (Woo, 1994), estipulaban permisos de baja y descansos laborales para los periodos críticos de las mujeres –menstruación, lactancia de los hijos e hijas, embarazo y permiso de maternidad– además de obligar a las empresas a crear la infraestructura necesaria para la crianza de los hijos y las hijas. En definitiva, mantener activas a las mujeres resultaba más caro que disponerlas en reserva, es decir, de baja permanente, pues la ventaja de trabajar en las empresas estatales estaba en las condiciones y beneficios sociales añadidos, no en el sueldo. Primero fue la baja permanente, luego la no contratación de nuevas mujeres, después el despido de ellas y acabar con el de ellos; así ha sido el itinerario seguido por muchas danwei hasta acabar desapareciendo o transformándose. En los años ochenta, y coincidiendo con este proceso de reajuste estructural económico, se dejaron oír voces en favor de “la vuelta al hogar” de las mujeres. Esta propuesta (re)negaba de alguna manera la etapa anterior cuando las mujeres trabajaban en los campos de las familias y de las comunas, en las fábricas y en las denominadas “industrias de la calle” de las zonas urbanas, a pesar de que los salarios no eran elevados o nunca llegaban a sus manos, dada la permanencia ideológica y práctica de la figura del cabeza de familia, el varón representante de las mujeres de la familia en el ámbito laboral y social, una solución intermedia para terminar con la institucional segregación entre los sexos de la sociedad china. “La vuelta al hogar” de las mujeres no se hizo efectiva de manera obligatoria: algunas, las más mayores, las más cansadas, las que tenían familiares a los que cuidar..., sí que decidieron abandonar el trabajo; otras se resistieron y lo defendieron con los argumentos del partido comunista y con sus promesas de igualdad social para hombres y mujeres. Así, las mujeres no volvieron al hogar en masa pero sí fueron cambiando los espacios y ubicaciones laborales, de las empresas estatales a otras semiprivadas, de propiedad

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cooperativa, privadas y extranjeras, del campo a las ciudades, del norte al sur del país. La salida de las trabajadoras de los puestos laborales con mejores condiciones propició sus iniciativas empresariales privadas. Las empresarias, con una presencia tímida en los ochenta, demostraron a la nueva sociedad china que estaban preparadas para contribuir al enriquecimiento del país, consigna patriótica china por excelencia de la década de 1990. En el campo y en las ciudades, las mujeres diseñaron y trabajaron para rentabilizar sus proyectos económicos utilizando sus recursos, conocimientos y apoyo logístico de las redes de mujeres lideradas por las agrupaciones locales de la Federación de Mujeres, organización del partido comunista para el “trabajo político” de y para las mujeres chinas. La Federación de Mujeres (Funü lianhehui, 妇女 联合会) es la mayor asociación femenina de China. Está presente en todo el territorio y cuenta con un infraestructura económica, académica, de recursos humanos y de propaganda importante, un conjunto que la coloca en una de las organizaciones más completas del país, destino obligado en China para cualquier activista o estudiosa sobre sus mujeres. La Federación ha liderado todas las campañas en la promoción de las leyes para proteger los derechos de las mujeres como “Prohibición de la Prostitución y de las Actividades de Prostitución” (1991), “Ley de Seguridad para los Derechos e Intereses de las Mujeres” (1992), “Reglamentos de Protección Laboral para las Mujeres Trabajadoras” (1994), “Prueba para el Seguro de Maternidad de las Empleadas” (1995) y “Ley para la Atención Sanitaria a la Madre y a sus Hijos” (1995). En 1996, el Estado y la Federación de Mujeres se comprometieron a crear 800.000 puestos de trabajo para las mujeres desempleadas. En el campo se ponen en marcha programas de formación para elevar el nivel de cualificación de aquellas mujeres con más dificultades para hacer frente a la modernización y los requisitos del mercado (Li, 2006). A nivel urbano, desde 1999 la delegación de la Federación de Mujeres de Tianjn desarrolla un programa de micro-créditos para trabajadoras despedidas. En la actualidad se está desarrollando la Directiva para el Desarrollo de la Mujer  “La Federación de Mujeres fue fundada el 3 de abril de 1949. Es una organización que promueve el avance de las mujeres chinas de todas las nacionalidades y en todos los aspectos de la vida. Su misión es representar a las mujeres, proteger sus derechos e intereses y promover la igualdad de género entre hombres y mujeres”, Libro de referencia de las Mujeres de China. Recopilación de la Federación de Mujeres.

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China (2001-2010), un programa de acción nacional dirigido a implementar la Plataforma de Acción aprobada en Pekín en 1995. El programa de la “economía de patio” iniciado en los años ochenta aún tiene vigencia en zonas rurales de China y se mantiene con los mismos objetivos que en sus orígenes: comercializar los artículos que las mujeres puedan elaborar en el patio de su casa, bien sean artesanías, productos de la huerta, crianza de animales, etc. Para ello, se facilitan créditos con intereses bajos y el acceso a redes de comercialización, una manera de crear autoempleo femenino en las zonas de menor desarrollo industrial y de fomentar el espíritu emprendedor femenino. El programa de “Aprendizaje dual y competencia dual” iniciado por la Federación de Mujeres de la provincia de Hunan, también está encaminado a facilitar el desarrollo de las zonas rurales y luchar contra la pobreza femenina en China. Según los datos de la propia Federación, en diez años (1994-2004) se ha reducido en casi 28 millones el número de pobres del país, la mayoría de los cuales son mujeres, para un total de 26,1 millones en 2004. De otro lado, del urbano, las empresarias han facilitado puestos de trabajo a las despedidas de las compañías estatales. El éxito conseguido por algunas empresarias se ha visto reflejado en la proliferación y normalización de la imagen de las mujeres ejecutivas en revistas y periódicos, metáfora del acierto en la implementación de las políticas económicas del gobierno chino a partir de las Cuatro Modernizaciones cuyo resultado es el de disponer de una nación joven, dinámica, preparada y competitiva (Sáiz López, 2006). La juventud femenina china también representa otro aspecto de la economía de mercado compuesta por las jornadas interminables, la producción a destajo, salarios sin beneficios sociales y escasos derechos laborales, despidos improcedentes, disponibilidad y movilidad de la gran cantidad de mano de obra femenina joven, no cualificada y migrante del país asiático. Sin embargo, no son estas jóvenes dagongmei (打工妹), las mujeres más vulnerables del panorama femenino chino. La vulnerabilidad, como sucede en otros puntos de esta aldea global, está vinculada a la pobreza, marginalidad y violencia familiar.

 Citado en el folleto de la Oficina de Información del Estado de la República Popular China “Igualdad de género y desarrollo de la mujer en China”, Beijing, 2005.  Las estadísticas oficiales chinas señalan que hay más población femenina migrante en el grupo de edad de 15-39 años, concretamente el 75,3% mujeres y el 69,2% hombres.

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La Ley del Trabajo en China sitúa la edad laboral entre los 16 y los 54 años para las mujeres y hasta los 59 para los hombres. En casos especiales –funcionarios, por ejemplo– la jubilación llega a partir de los sesenta años. Además no permite la discriminación de género ni en el trabajo, ni en el salario, ni en la promoción. Pero el salario femenino es menor que el masculino tanto en las ciudades –70% del de los hombres– como en las zonas rurales. En 2006 China disponía de una población activa de 764 millones de trabajadores, 347 millones mujeres, es decir, el 45,4% de la fuerza de trabajo china es femenina, 70 millones menos que hombres. El 24,7% de las mujeres empleadas lo están en las zonas urbanas y el 38,1% en las rurales. La población femenina desempleada es el 37,2%.

3. Mutabilidad y relaciones familiares La población china está envejeciendo. Es una afirmación tajante para una tendencia relativamente reciente en el panorama demográfico chino, pero cuyas consecuencias se están empezando a sentir, por ejemplo en la tasa de matrimonios que de un 12,2 por mil en el año 2000 se ha reducido hasta el 7 por mil en el año 2006. La última ley de matrimonio de la República Popular de China data de 2001 y, a juicio de algunas académicas, constituye “una victoria de las organizaciones de mujeres y de las activistas de China” (Pochagina, 2002), sobre todo, y entre otros aspectos, por la prohibición expresa de la bigamia, de las relaciones extramaritales, y de la violencia familiar (artículo 3 de la ley). La (re)aparición en la ley de formas de relación afectivo-sexual extramatrimoniales ya prohibidas en la primera ley de matrimonio (1950), nos habla de la dificultad para combinar relaciones familiares equitativas entre hombres y mujeres en una sociedad económicamente emergente con comportamientos de género patriarcal. En China, la ecuación hombres ricos = disponibilidad sexual femenina, no es nueva –tampoco es ajena a la cultura occidental. Sin embargo, los intentos por democratizar las relaciones familiares de la etapa anterior dejaron la impresión de haber terminado con  El anuario estadístico chino de 2007 cifra en 1314,48 millones de personas la población del país, de las cuales 637,2 millones son mujeres (48,48%) y 677,28 millones hombres. El grupo de jóvenes menores de 17 años es en la actualidad el 25,09% de la población (11,61% mujeres y 13,48% hombres), un 2,7% menos que para el mismo grupo de edad en al año 2000 (Oficina Nacional de Estadística, 2007).

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ese pasado ignominioso para las mujeres chinas. En este sentido, podemos definir el periodo maoísta no como preámbulo –como se calificó más arriba en relación con el ámbito productivo– sino como intermedio. La influencia de las reformas económicas en la situación familiar también es diversa. La afluencia ha facilitado a muchos hombres urbanos y algunos rurales el contacto y la relación permanente con otras mujeres dejando a las esposas en una situación de precariedad económica y social. En esto casos, los derechos legales de las esposas ante la figura de “la tercera parte” dejaban escaso margen de actuación debido a la mala situación financiera y personal de la mujer después de un divorcio. De ahí la lucha de las mujeres activistas para elevar al rango de prohibición legal las relaciones extramaritales y la regulación del reparto de los bienes matrimoniales en caso de divorcio, aspecto que también recoge la ley de 2001.10 De todos modos, es la violencia familiar la auténtica protagonista de la ley 2001 y de otras que han acompañado a su definición legal: el Código Penal, el Código de Procedimiento Penal, los reglamentos Generales del Código Civil y la ley sobre la Protección de los Derechos e Intereses de las Mujeres. Aunque China aún no cuenta con una ley específica contra la violencia de género,11 sin embargo su inclusión en estas leyes la sitúa en al ámbito de lo público y por tanto justifica la intervención –legal– del estado y de los mecanismos judiciales pertinentes. No sólo se estipula que la persona maltratada tiene derecho al divorcio sino también la imposición de penas de arresto administrativo (artículo 43) e indemnizaciones (artículo 46). Castigos administrativos con poco valor disuasorio para una de las mayores causas de divorcio en los años siguientes a la promulgación de la ley (60%) y la manifestación violenta de las relaciones de poder, vigente en el 30% de las familias chinas (Pochagina, 2002). En 2006 la tasa de divorcio es de 1,5 por mil, medio punto porcentual más que en el período 2000-2005 (Oficina Nacional de Estadística, 2007). A pesar de todo –de la violencia doméstica, de la existencia de “la tercera parte”...)–, podemos señalar que uno de los mayores cambios que se han 10 Artículo 39: “Al divorciarse ambas partes arreglan los bienes comunes. [...] si una parte ha asumido más obligaciones en el mantenimiento de los hijos, el cuidado de ancianos y en la prestación de asistencia a la otra parte, tiene el derecho al divorciarse, de pedir compensación a esta última, la cual debe pagarla.” 11 El borrador existe desde 2003 y se estima que no será hasta después del 2010 cuando se apruebe esta ley (Milwertz y Bu, 2007).

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dado en las relaciones familiares desde 1949, sobre todo en las rurales, es la redefinición de los roles entre los hombres y las mujeres. En general, el estatus de la esposa ha aumentado en la esfera doméstica, uno de los aspectos claves de las relaciones conyugales, lo que se constata en el aumento en la toma de decisiones consensuadas entre los esposos, reconocimiento implícito del mayor peso específico de la mujer en los asuntos familiares, en algunos casos por ausencia de los hombres del grupo doméstico, integrantes de la población flotante china y trabajadores temporales en las zonas urbanas (Li, 2008). El desarrollo industrial y urbano producido en los últimos años en China ha tenido como efecto la reducción del tamaño de la familia (Gao 1994; Yan 2003). De las políticas de la reforma, seguramente la más famosa es la de hijo único de 1979. El control de natalidad también ha sido utilizado como un argumento más en el discurso del progreso de la nación. Para ello parecía necesario que el crecimiento de la producción humana (reproducción de la población) disminuyera provocando el incremento de la producción económica y social –bienes y servicios–, garantía para asegurar una “población de calidad” en un sistema socialista, basado en la planificación –económica, política y demográfica– y no en el individualismo. Pero esta política resultó ser muy impopular en las zonas rurales ya que perseguía la reducción del tamaño de la familia, lo cual significaba que a menor número de miembros del grupo doméstico, menor cantidad de terreno cultivable correspondía. Razón por la que la población rural mantuvo una resistencia activa destinada a no respetar la normativa legal y contravenir los deseos del partido. Las estadísticas de comienzos de los años 1980 reflejaban bien la resistencia de la población, había más nacimientos de los esperados y ello condujo a endurecer el control sobre la planificación de la población. Sin embargo, en fecha tan temprana como 1984 el gobierno reconocía que la coacción no era la mejor forma de implementar la ley y se aconsejó a los cuadros responsables de la misma una mayor flexibilidad en su tarea de control reproductivo. Incluso se permitieron dos hijos si el primero era niña para evitar los terceros nacimientos en las familias rurales. En general, fueron las familias urbanas las que mejor respondieron a las nuevas pautas de fertilidad nacional, y especialmente las madres trabajadoras de las empresas estatales o danwei, precisamente las más sometidas al control y al

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cuidado reproductivo de los departamentos de planificación. Y las madres de la población flotante (migrantes sin hukou urbano), las madres rurales y las esposas de los empresarios autónomos, han sido las que menos han secundado la política de hijo único (Sáiz López, 2001). La nueva Ley de Población y Planificación Familiar de 2002 estipula que el esposo y la esposa son responsables de la planificación familiar, aunque sean ellas las que más se implican en la adopción de medidas anticonceptivas. En 2006, el 48% de las mujeres en edad fértil utiliza el DIU y sólo el 15,33% de las parejas utiliza métodos de anticoncepción masculinos (Oficina Nacional de Estadística, 2007). Otro elemento que ha incidido en el cambio de roles familiares se debe a que el aumento del nivel de vida ha facilitado la expansión de los medios de comunicación de masas. Entre ellos, la televisión es el principal canal de trasmisión de los nuevos valores de la sociedad “socialista de mercado” china entre los que, al menos teóricamente, se valora la capacidad con independencia del sexo (Gao, 1994). La familia rural china del siglo XXI se caracteriza por ser nuclear y conyugal. En ella los esposos desarrollan relaciones de mayor intimidad y afectividad que sus padres, los hombres reconocen la contribución de sus esposas en el trabajo doméstico, el cuidado de las personas y el trabajo productivo. La existencia de familias rurales extensas (padres viviendo con hijos casados y su prole) persisten en el campo chino y se debe a una estrategia familiar para mantener el poder económico y político allí donde residan, o para hacer frente a la pobreza. En ambos casos parece más conveniente mantener la estructura de la familia extensa que dividirse en varias familias nucleares. En la actualidad, los padres suelen tener en consideración las opiniones de los hijos casados sobre los asuntos familiares. En caso de disputa entre el suegro y la nuera, el hijo/esposo no da la razón sistemáticamente a sus padres –una de las expresiones máximas de piedad filial– sino que apoya a quien desde su punto de vista tiene razón. Así lo resume Yan (2003: 156): “La ideología familiar correcta en los tiempos presentes prima en una familia extensa la relación entre esposos más que la que se da entre padres e hijos”. Pero quizás lo más reseñable de los cambios habidos en las relaciones intrafamiliares es la importancia que tiene mantener unas buenas relaciones con las hijas casadas, estrategia consciente de los padres para su edad

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madura. Y así, muchos padres permiten que sus hijas conserven sus ingresos intactos si trabajan fueran del ámbito doméstico con el fin de proporcionarles una buena dote cuando se casen, un buen gesto también para con el yerno, detalles destinados a que las hijas casadas sigan manteniendo una relación con la familia natal. Estas relaciones cobran más importancia si las mantenidas con los hijos casados –y con las nueras– no son muy fluidas, situaciones normales en la mayor parte de la China rural actual, habida cuenta del peso de la conyugalidad en buena parte de las familias chinas. La clave en el aumento de la importancia de las hijas casadas radica en el aumento del poder de la nuera en la vida familiar: una hija casada no puede cuidar de sus propios padres si permanece siendo una nuera sumisa (Yan, 2003). De otro lado, y según ponen de manifiesto diversos estudios (Ming y Rich, 2002), en las familias urbanas contemporáneas no se aprecian las diferencias de género en relación con la educación entre los hijos y las hijas únicos. Tampoco se aprecian diferencias en las aspiraciones educativas ni en la competencia intelectual entre las chicas y los chicos de las familias con un solo hijo. Esta circunstancia valora los niveles educativos de los jóvenes del siglo XXI como una consecuencia directa de la política de planificación familiar que ha propiciado la generación de mujeres con las mejores condiciones económicas en China desde 1950. La reducción del tamaño del grupo doméstico junto con el incremento del nivel de vida ha permitido a las familias urbanas invertir en la educación de su único vástago, con independencia del sexo. Se ha elevado el número de mujeres con estudios universitarios de primer ciclo y en la actualidad China cuenta con más licenciadas en ingeniería y otras disciplinas de ciencias que Estados Unidos. Teniendo en cuenta que la educación es una de las vías de movilidad social más importante, es de prever que estamos ante una generación de mujeres chinas con muy buenas perspectivas de un futuro laboral cualificado y una mejor posición social. En resumen: una de las mayores transformaciones familiares en China a lo largo del siglo XX es el lugar que ocupan las hijas en las familias natales. Tanto en el ámbito urbano como en el rural, las hijas han pasado de ser las “extrañas”, destinadas a dar hijos a otra familia, a desempeñar un papel central en la vida madura de los padres. Si antes de la “liberación” madre y suegra formaban un continuum en la estructura patriarcal, en estos

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momentos son las hijas y nueras las que conforman una unidad ya que el matrimonio no obliga a romper las relaciones con la familia natal y las hijas ahora se ocupan de sus padres tanto o más que de los suegros. Y sin embargo, en 2003 la Federación de Mujeres comenzó la “Campaña de cuidados a la niña” con el fin de “erradicar la discriminación de género desde el embarazo e inculcar la igualdad de género desde la infancia”, 12 sumando otra disposición más a la ya paradójica posición de las hijas y de las mujeres en las familias chinas. La gran diversidad, complejidad y multiplicidad de las mujeres en China es, segura y paradójicamente, la característica común a todas ellas.

4. A vueltas con el género 1995 es un fecha histórica para el género, las académicas, las activistas, las políticas y el movimiento de mujeres en China. Previamente a la realización de la IV Conferencia Mundial de las Mujeres, las encargadas chinas de preparar el evento –pertenecientes a la Federación de Mujeres y otras cuadros del partido– tuvieron ocasión de dialogar e intercambiar opiniones y experiencias con otras colegas no chinas sobre la situación de las mujeres y las nuevas perspectivas de análisis utilizadas en la academia occidental en lo que a las relaciones de género se refiere. Un término, el de género, que nació con vocación inclusiva para tratar de superar tanto la supremacía intelectual de la producción de conocimiento feminista de corte occidental, elaborado por mujeres blancas y en la academia de Estados Unidos principalmente, como de sus aportaciones teóricas sobre la dominación masculina, no aplicables a las distintas sociedades y situaciones de todas las mujeres. El término género proponía un análisis basado en las relaciones de poder entre los hombres y las mujeres y su reproducción gracias a las instituciones sociales encargadas de transmitir y legitimar los valores y las representaciones que permiten perpetuar las prácticas sociales de discriminación, poder y subordinación. Este planteamiento abría la investigación, análisis y el movimiento de activistas por la igualdad social, a otros espacios que con 12 Oficina de Información del Estado de la República Popular China “Igualdad de género y desarrollo de la mujer en China”, Beijing, 2005.

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anterioridad no eran tenidos en cuenta, ya fueran geográficos, intelectuales y/o sociales. Unido al fin del paradigma estructuralista en las ciencias sociales, los estudios feministas, con el antecedente de los estudios de mujeres, se amplían a los estudios de género en los que se incorporan nuevas miradas y sujetos de análisis: postcolonialismo, identidades, estudios culturales... Centrándonos en China, los Estudios de Mujeres se remontan a la década de 1980. En la segunda década del siglo XX, en la era del Cuatro de Mayo (1915-1925), es cuando por primera vez el tema de la posición social de las mujeres en la sociedad se integra en el movimiento que pretende rejuvenecer la nación, en parte gracias a la introducción de la ideología occidental. Curiosamente, en este periodo la cuestión de las mujeres fue promovida por hombres estudiosos y académicos. La corriente actual proviene de mediados de la década de 1980 y se asienta en el entonces emergente movimiento de mujeres urbanas que pretendía responder a los viejos y nuevos problemas concernientes a las mujeres en esta nueva etapa de China. Se caracterizó por un incremento en la conciencia de las mujeres y de su situación social, la formación de organizaciones de mujeres y la creación de nuevas formas de activismo para proteger sus derechos e intereses con el fin de obtener un discurso nuevo. Esta corriente contemporánea se inicia y se mantiene básicamente por mujeres, gracias a los esfuerzos de las “de abajo”, no de las de “arriba”, es decir, las que tienen un cierto poder político y social en China. Se ha centrado en el tema de la identidad de las mujeres y sus intereses como grupo social, y se ha establecido como disciplina académica, desafiando el conocimiento tradicional sobre las mujeres y su mundo social. (Chow, Ngan-ling, Zhang y Wang, 2004). Por lo que respecta a la investigación sobre las mujeres, algunas autoras señalan que fue la Federación de Mujeres la principal sustentadora de esta actividad y resurgimiento, después de su prohibición en los años de la Revolución Cultural (1966-1976) (Wang, 2005). Women´s Studies, Estudios de Mujeres, es un término de principios de los años ochenta y se tradujo en China por Funüxue (妇女 学), el más utilizado en el ámbito académico, Nüxingxue (女 性学, estudios femeninos), ambos neologismos, y Funü yanjiu (妇女 研究, Investigación en temas de mujeres), el más nativo, que no sugiere una relación directa con las instituciones académicas, como sí es el caso de Estudios de Mujeres en las universidades occidentales. De todos modos, Funüxue suscitó el interés tanto de las académicas como de la Federación de Mujeres porque no tenía

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connotaciones políticas13 y por tanto prometía un acercamiento moderno y científico al estudio de las mujeres en China (Wang, 2005). Dado el carácter occidental de los “Estudios de Mujeres”, algunas académicas han reivindicado la producción de un conocimiento no centrado en los fundamentos eurocéntricos para reconocer la heterogeneidad de las experiencias de mujeres facilitando el diálogo y aprendizaje mutuo en el encuentro intercultural. Li Xiaojiang (2006) sostiene que el mismo concepto teórico puede significar diferentes cosas y se puede aplicar de diferentes maneras en Oriente y en Occidente porque todo conocimiento tiene una elaboración histórica, lo que se traduce en un contenido y aplicación limitados, en la medida en que el significado siempre se produce en contextos socio-históricos. No se trata de rechazar el conocimiento que proviene de fuera sino de adecuarlo para garantizar la subjetividad de las mujeres chinas, mantener su propio punto de vista en el proceso de intercambio de conocimiento entre chinas y occidentales en la era de la globalización económica. Y es necesario porque, según denuncia, las mujeres chinas han sido más objetos que sujetos: objeto tanto de las feministas occidentales como del Estado chino (Li, 2006),14 así como del mercado surgido a partir de las reformas económicas (Wang, 2005; Sáiz López, 2006; Evans, 2008). No obstante, los Estudios de Mujeres permitieron en China superar la tendencia dominante en la era maoísta de someter las categorías de mujeres y de género a la de clase social, variable vertebradora del pensamiento y acción del partido comunista, y a ello contribuyeron tanto las investigadoras de la Federación de Mujeres como las de las académicas independientes. A partir de la IV Conferencia de 1995, la perspectiva de género fue oficialmente incorporada a los estudios llevados a cabo por la Federación de Mujeres y los centros universitarios apareciendo en discusiones públicas mantenidas en publicaciones especializadas y estableciendo una nueva fase en el desarrollo del trabajo de las mujeres:

13 A partir de 1949, en China no se utiliza el término feminismo, nünquan zhuyi (女 全主义), literalmente el “ismo” de los derechos de las mujeres, por tener connotaciones burguesas. 14 Para una revisión de los trabajos sobre las mujeres chinas realizados desde la academia occidental véase Gail Hershatter Women in China’s Long Twentieth Century, University of California Press, 2007. En España, además de las obras ya citadas de Amelia Sáiz López (2001, 2006), se puede consultar el trabajo de Gladys Nieto “Los límites a los ‘valores asiáticos’: derechos humanos y equidad de género en China”, en Virginia Maqueira (eda.) Mujeres, globalización y derechos humanos, 2006.

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“Si en los años ochenta las intelectuales se esforzaron por separar a las mujeres de la omnipresente categoría de clase social apelando a la feminidad, en los noventa utilizaron el concepto de género para teorizar los problemas de las mujeres. Este nuevo foco intelectual promete el desarrollo del discurso de género feminista en China.” (Wang, 2005: 160)

En los estudios culturales que analizan la identidad, la sexualidad y el cuerpo, incorporan la categoría de género como construcción social y cultural de la masculinidad y de la feminidad y buscan desvelar las relaciones de poder entre las sexualidades dominantes y las periféricas. En este sentido, Harriet Evans (2008) señala que la sexualidad –entendida como representaciones y prácticas en torno al cuerpo sexuado– no ha sido considerada en el discurso público chino sobre las relaciones de género; ausencia que, a su juicio, es urgente subsanar, dada su importancia como expresión de la identidad individual en China a partir de la aparición del mercado y de la comercialización de la feminidad, pues la tolerancia o aceptación de prácticas sexuales alejadas de la norma heterosexual no va acompañada de una nueva definición de género. Género es el denominador común que utilizan todas las disciplinas que estudian y analizan en China aspectos relacionados con las mujeres aunque las implicaciones y los significantes no sean los mismos. Las dificultades de traducción al chino hay que situarlas en las características propias de la cosmología y de la lengua chinas. De un lado, en la lengua china no hay una diferenciación morfológica por el género –entre masculino y femenino–, el número –entre el singular y el plural– y el tiempo –entre presente, pasado y futuro. Cuenta con un pronombre para designar la tercera persona, que se diferencia a nivel escrito desde la década de 1930, cuando Liu Baolong creó un nuevo carácter reemplazando el radical de humano 亻en el pronombre ta 他 (él), por el de mujer 女 y obtener un nuevo pronombre de igual pronunciación, 她 (ella), motivo por el que en general a las personas chinas les cuesta incorporar el género gramatical cuando estudian y hablan lenguas europeas. De otro lado, los principios yin 阴 y yang 阳 designan funciones más que caracteres y se establece entre ambos principios una relación recíproca e interdependiente, en una palabra, dinámica. Así lo que en un primer momento es tierra, luna, sombra... se torna cielo, sol, luz..., en una continuidad que integra la diferencia. Funciones cosmogónicas que impregnan el pensamiento y la concepción del mundo. Sea desde el punto de vista gramatical o desde el punto de vista de la mentalidad cultural, el término género crea ciertas dificultades para una traducción literal al chino. 185

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En la academia china se ha optado por el uso de shehui xingbie, 社会性别. Xing es el sexo fisiológico y bie diferencia, así literalmente xingbie es diferenciación sexual. Si xing, remite al sexo corporal, xingbie expresa la identidad social del sexo, corroborado en la combinación que propone shehui, sociedad. De todo ello resulta que el significado literal en chino de género, es de la diferenciación social de los sexos (Li, 2004).15 La primera vez que se introduce formalmente género en los estudios académicos de mujeres en China es en 1993, durante la primera sesión del “Simposio sobre Mujeres y Desarrollo en China”, organizado en la Universidad Normal de Tianjin por la Sociedad China en el Extranjero de Estudios de Mujeres (Wang, 2005). Por su parte, la Federación de Mujeres utiliza nannü pingdeng (男女平等), literalmente ‘igualdad entre hombres y mujeres’, para referirse al concepto de género en una dimensión descriptiva más que analítica, y su uso supone la innegable evolución teórica y el recorrido de esta organización y sus integrantes. En la época maoísta la Federación era la encargada de llevar a cabo funü gongzuo, 妇女 工作, literalmente “trabajo- (de/con) mujer”, y englobaba tanto a las mujeres en conjunto como los aspectos políticos y sociales relacionados con ellas, así como toda clase de servicios, y el activismo relacionado con las mujeres en China. Ahora, la Federación incorpora el lenguaje del feminismo occidental en sus recomendaciones legislativas al gobierno así como en sus estudios y análisis, a pesar de su rechazo en la década de 1990. Sin embargo, mantiene su uso particular de la categoría de género por ser la igualdad entre los hombres y las mujeres chinas un objetivo del partido comunista y del estado socialista chino. El género, al igual que otros términos como derechos humanos, pobreza, desarrollo, medio ambiente, etc., aplicados a la situación de las mujeres en China, supone la internacionalización de una agenda gubernamental que formalmente homogeniza a los países en el uso de un lenguaje común. Pero lo hace desde el lado de las mujeres, es decir, tomando a los hombres como el referente de igualdad, los sujetos sociales de cualidad en la sociedad china. La desigualdad entre hombres y mujeres, por tanto, radica en la excelencia y en la medida en que las mujeres chinas son las que ocupan el lado de la desigualdad, la conclusión es que ellas tienen menor cualidad 15 El uso de los términos en chino y su componente ideológica se ha analizado en varios ensayos, como por ejemplo Barlow, Tani B. (1994), “Theorizing Woman: Funü, Guojia, Jiating (Chinese Women, Chinese State, Chinese Family)” en A. Zito y T. Barlow (edas.), Body, Subject & Power in China- Chicago: University of Chicago Press, 253-289; Wang Zheng (2001), “Call me Qingnian but not Funü: A Maoist Youth in Retrospect”, Feminist Studies, 9-34.

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que sus compatriotas varones, olvidando que las razones de la desigualdad entre los sexos se da en la estructura social basada en el poder masculino, no en su cualidad. Es urgente, pues, que los estudios, análisis, investigaciones y activismo se fundamenten en una perspectiva de género, es decir, poniendo énfasis en el análisis de los aspectos que fomentan y perpetúan la desigualdad, así como en las políticas encaminadas a reducirla y eliminarla, pues el esfuerzo y la dedicación de las activistas chinas integradas en la Federación de Mujeres desde 1950 evidencian que, tras más de 50 años de socialismo igualitario, las mujeres chinas sostienen la mitad del cielo, pero aún no lo ocupan.16

16 “Las mujeres sujetan la mitad del cielo” es un eslogan famoso de la etapa maoísta y resume la política del partido comunista en relación con las mujeres chinas.

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